martes, 22 de octubre de 2013


Los demás días

Es fácil que no aciertes en una explicación de unos poemas de un poeta del que se conoce poco, aunque ha publicado poemas en antologías y revistas, y que se inicia en este momento en el mundo editorial. Mejor si aciertas en las impresiones que callas porque también el lector tiene sus derechos. Lo demás, en este caso, es palabra. Palabra de lector que tiene entre sus manos unos poemas que van y vienen, revoloteando en un tarde de finales de verano, que es cuando todo sucede.
Antonio García Soler nos muestra en este estupendo poemario titulado Los demás días, un conjunto de poemas divididos en tres secciones: Deuda, Esto, Acaso. No tenemos referencias explícitas a lo que se refieren estas secciones, pero por los versos de cada una de ellas podemos averiguar que se trata de un camino bien trazado a la hora de ordenar el poemario y de un esquema perfectamente diseñado.
Los demás días son poemas como hojas volanderas y van llenando, según los leemos, nuestra imaginación de recuerdos, porque eso es lo que evoca el libro, la sensación de haber compartido los mismos tiempos aunque en lugares lejanos. El conjunto supera las partes. El estilo enlaza con la línea de poetas de verso libro, más bien breve, de un ritmo pausado pero incansable, con imágnes intensas, que a medida que avanza se echa en falta una banda sonora. Propongo que lo leamos con canciones de viejos negros con voz cascada y profunda. Olvidemos que es poesía y leamos como si fuera un álbum de vinilo y que cada cual elija su estribillo: Tanto tiempo / antes/ ahora; o el que más me gusta: su destiempo no prescribe.
Deuda, la priemra sección, comienza con tres poemas programáticos en los que el poeta define su visión de la poesía, primero vida, luego palabra. Con cierta ironía y con referencias más o menos veladas, va siguiendo las huellas de Jaime Gil de Biedma, Pablo Neruda o Jorge Guillén, por decir algunos de evidente presencia. El tono conversacional acerca la palabra al lector, le hace cómplice y, a veces, le arropa. Son poemas breves, como un instante fugaz, una imagen tan tierna como la del niño jugueteando mientras su madre y su abuela lavan la ropa. Escribe Antonio desde el recuerdo, primero vida, luego, palabra, ya lo dijo en el primer verso. Y a continuación el juego, de idas y venidas, de versos y palabras que son sugerencias, asociaciones e imágenes que nos zarandean y nos llevan al pasado: No hacía falta/ volver:/ sólo/ este aire/ de ahora/ para mirar el día. O cuando declara: Los demás días/ parecen otros,/ hoy mismo. La idea de la vuelta a los padres y a los padres de los padres en un intento de aunar historias secretas que seguramente son vidas humildes de personas sin historia, que nunca hubieran imaginado verse en verso. Pero tuvieron la suerte del nieto e hijo memorioso, agradecido y deudor. Es decir, la deuda con los poetas abriendo la sección, pero la deuda de la vida concluyendo, su padre en el cierre.
La segunda sección tiene un título más genérico: Esto. La deuda se hace vida vivida y pasan como fotogramas de cine, los temas centrales del libro, el tiempo inexorable, la desazón de la incertidumbre y la vida duiaria. Ya no hay un yo que lo envuelve todo, hay un nosotros: miles de hombres vestidos desde la mañana para ser autómatas, para beber un café o para leer un libro. No se aparta del nosotros ni cualdo vuelve al recuerdo, en la escuela y en la merienda. Pero el recuerdo no lo impregna todo, al contrario, ahora hay “ahora”, huele a café humeante y a tabaco de taberna, a conversación sin fin de domingo por la noche. “Mientras aparco” es el poema central de este grupo de versos que son vivencias apuntadas, notas sueltas que cobran sentido cuando se juntan y se leen como si fueran un blues tras otro.
Acaso, la tercera sección, adquiere un tono más triste, la nostalgia del que mira hacia atrás y reconoce los fracasos para reivindicarse en el presente. Los títulos de los poemas conducen a un abismo del que te salvan los versos finales de cada poema. Pongamos un ejemplo. El primer poema es “Me equivoqué” y es un reconocimiento del error, pero luego asume el error: Me equivoqué en casi todo... pero también quiere uno esta vida como sea. O en el que la luz impregana el poema: NO HAY manera ni suerte,/ que uno sepa,/ de decir algo/ de esta luz en el puerto:/ la de ayer,/ tan distinta/ de nuevo,/ tan nueva/ en febrero. Comienza el poema con una negación para terminar con una plenitud de la luz de febrero. Como decía, los encabezameintos de esta sección llevan al lector por vericuetos reflexivos con “happy end”: Tanto a mi alrededor, tantas cosas... estos errores... A veces acierta. Es este tercer bloque no sé si decir “un canto Mediterráneo” o “al Mediterráneo”, sentimos la brisa del mar, la luz maravillosa de ese mar que para el poeta es un punto de vuelta, como si fuera una metáfora de la infancia, cualdo vuelve su mirada al mar, es su infancia la que regresa a su vida, porque el mar siempre es el mismo, pero el niño se ha hecho mayor, y la única manera de olvidarse de todo, lo demás es palabra, es sentarse junto al mar de la infancia

miércoles, 11 de enero de 2012

Los enamoramientos Javier Marías


No deja de sorprender la forma en que Javier Marías presenta un asesinato, dando la vuelta al título de forma tan imaginativa que te deja perplejo cuando te enfrentas a la novela, cuyo tema principal es el amor, pero en su versión más oscura, el amor que mueve a la muerte. Y el amor que te hace correr unos riesgos que aunque innecesarios, fascinantes. 

Marías lleva al lector por los vericuetos del corazón a través de un viaje a la razón. Los hechos son los que son, pero las reflexiones que provocan en los personajes son interesantísimas. Cómo descubre la narradora el verdadero autor de un asesinato es original, pero mucho más si el instigador del homicidio es el hombre con el que se está acostando. Que esté enamorada, sin embargo, no es muy original en la novela; pero que su enamoramiento sea superficial y transitorio es mucho más interesante, máxime cuando los enamorados abiertamente declaran el tipo de amor que sienten mutuamente.  Pero la clave del amor está en el móvil para un asesinato, que curiosamente tiene un final feliz.  Amí la novela me ha gustado mucho, pero me pasa como con el resto de obras de Marías, me parece un poco triste, un poco aburrido, demasiado intelectual. Aunque luego me divierto con estos dilemas que plantean los personajes. Sé que es una opinión contradictoria, pero es así como me siento ante este escritor, me gustaría que sus acciones fueran un pelín más rápidas, que no juegue tanto en el filo de la navaja entre una gran prosa, una buena historia, un buen desarrollo estructural, pero cuidado con la dosis de reflexión.

Ahí os dejo con la crítica del País 

La pasión de pensar

JORDI GRACIA 02/04/2011
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El laboratorio literario de Javier Marías ha regresado al orden civil y sentimental -a la vida moral- tras la fastuosa excursión vivida en busca de Tu rostro mañana (2002-2008). Con ella abrió a la ideología y la historia política el foco narrativo y Los enamoramientos ha vuelto a ceñirlo para concentrarlo. Las figuras literarias de Marías tienden a ser organismos mentales que especulan y piensan sin acertar nunca del todo en la certeza porque ese es el juego: la verdad es una maraña, se repite varias veces en esta novela, e incluso nada es lo que parece en ella a simple vista, ni siquiera a vista más atenta. Aunque Tu rostro mañana estuvo escrita en estado de gracia, el remate argumental era extrañamente deudor de las tramas truculentas o folletinescas del XIX (de Balzac o de Dumas, tan presentes en esta). No es un rasgo casual: un asesinato (o un homicidio) urdido por amor y por egoísmo aparece como soporte ideal para levantar la tupida enredadera reflexiva que hace de la conjetura y la especulación los recursos hegemónicos y también una forma de plenitud literaria. El lector de Marías ya lo sabe: la ocasional debilidad de esta amplificación reflexiva o esa sobreabundancia del estilo tienen un efecto narcotizante, casi de salmodia discursiva, pero también la garantía segura de un nuevo hallazgo o una nueva sinuosidad que compensará y completará la pasión de pensar en que chapotea felizmente el lector casi todo el rato. Y en esta vuelve a suceder lo que ha dado el mejor Marías, incluido sus manierismos: la valentía desenmascaradora de las formas del subterfugio y el autoengaño, de la debilidad moral y el oportunismo, de las falsas respuestas consoladoras y de la malla de intereses que se cruzan en nuestras cabezas para justificar nuestro deseo o nuestra conducta. Desmenuzar la trama aquí me parece fuera de lugar porque remite toda la historia -contada por una mujer que habla exactamente igual que los narradores masculinos de sus novelas de madurez- a la práctica habitual del escritor, tan inconfundible y tan fecunda: poner a prueba la colisión entre deseos y sentimientos y deber moral o justicia a partir de unos pocos datos inciertos. El caso que dirime la novela y la posición final que adopta su protagonista -adelantada aquí y allá en el curso del relato básicamente pensado y dialogado- compromete nuestra propia jerarquía de valores como jueces de unos hechos y unos sentimientos que conocemos con la misma escasez o impuntualidad que la protagonista. Y nuestro juicio estará sometido a su misma inexactitud, aunque podamos concluir de modo distinto que ella: quizá no aceptará el lector que el peso del enamoramiento tiende a la indulgencia generosa hacia el que fue objeto del enamoramiento -porque el rastro sigue condicionando el juicio- en una forma distinta a como obra el que ha sentido el arrebato del amor.
Los subtemas despliegan una fascinante variedad de elementos soterrados tan valiosos como la trama principal: la muerte y su puntualidad llegan arrastrados de nuevo por Macbeth y el peso de su presencia póstuma se calcula a través de Los tres mosqueterosy de un angustioso relato de Balzac; hacerse responsable de lo sabido y administrarlo con riesgo o solvencia; la racionalidad como posición exigente pero en retirada frente al sentimentalismo o a los argumentos emotivos; el egoísmo como recurso paradójicamente noble y el perdón o la comprensión cabal como eximidores de la extendida costumbre de la delación, el chivatazo o la mera habladuría. Casi ningún hilo se abandona y ni siquiera el profesor Rico deja de aparecer tras su primera comparecencia (para meter la pata), aunque la novela es una novela de personajes, muy pocos, y todos ellos expuestos a través de los ojos de la narradora o de sus propias palabras desplegadas bajo el artificio (o el pacto implícito) de que meditarán con las formas retóricas y las vueltas y revueltas de un narrador que pesa sobre ellos sin que eso dañe la efectividad de la novela. Ya lo he dicho antes: tanto Luisa como los demás personajes, o casi todos, carburan intelectualmente con los mismos tics y formalismos. Y sin embargo nada de eso dobla o rebaja el relato porque su artificiosidad es parte de su credibilidad, y además lo que importa al lector acaba siendo la versatilidad reflexiva, la reorientación del juicio sobre lo que sucede o puede haber sucedido, la tensión final de una generosidad sentimentalmente cautiva que puede ser juzgada más severamente (pero quizá no más justamente) como abstencionista o irresponsable. La novela es el espejo en el que especulamos sobre nosotros mismos y sobre la permisividad ante la tropelía (matar, mentir, injuriar, sobornar): una escuela de pensamiento matizado, libre, atrevido, agnóstico y desprejuiciadamente adulto.

miércoles, 12 de octubre de 2011

DEMASIADA FELICIDAD ALICE MUNRO



Antonio Muñoz Molina dice que los cuentos de Alice Munro encierran novelas enteras y al leer esta colección de relatos tienes la sensación de leer un mosaico de personajes del mundo, cuyas vidas no se encuentran aunque pudieran vivir juntos, que no es así. Un libro cosmopilita en muchos sentidos, porque la acción de cada uno de ellos sucede en un lugar, porque los personajes son auténticos y pudieran vivir y porque cualquier lector del mundo puede saborear estos destellos de luz.
No soy buen lector de cuentos, más bien los evito, pero en ocasiones llegan a mis manos y los leo con mayor o menor placer. En este caso fue nuevamente Amanda quien me puso ante mis narices a Alice Munro y acertó como siempre.
El mosaico de personajes es muy sugerente: Una joven madre recibe consuelo inesperado por la muerte de sus tres hijos, otra mujer reacciona de forma insólita ante la humillación a la que la somete un hombre; otros cuentos describen la crueldad de los niños y los huecos de soledad que se crean en el día a día de la vida de pareja. Como broche de oro, en el último cuento acompañaremos a Sophia Kovalevsky, una matemática rusa que realmente vivió a finales del siglo XIX, en su largo peregrinaje a través de Europa en busca de una universidad que admitiera a mujeres como profesoras, y viviremos con ella su historia de amor con un hombre que hizo lo que supo por decepcionarla...


Los cuentos son interesantes desde la primera página, sobretodo porque Munro sabe contar, pule la prosa con maestría de narradora extraordinaria, que cuida hasta el último detalle. La estructura de los cuentos suele ser la misma, una anécdota tras otra hasta conformar una pequeña historia, un bocado exquisito. No desdeña emplear elementos comunes, personajes no idénticos pero con rasgos similares, hippies por ejemplo. Las relaciones entre ellos siempre son inesperadas: matrimonios divorciados varias veces, personajes desaparecidos, siempre inteligentes, con una gran proyección de futuro en la juventud pero con carreras truncadas. Curiosamente cuando intenta sintetizar la vida de una mujer real, Sophia Kovalevsky, creo, resulta el personaje más irreal de todo el libro. Luego volvemos a la idea de que recrea a través de la ficción un mundo más real de lo que cabe esperar de un relato breve.
Dimensiones está muy bien. La peripecia para llegar al título es muy original. La violencia de género vista desde otro punto de vista, como una paranoia, no como lacra social, aunque ese sea el final. La protagonista visita a su marido encerrado en la cárcel por matar a sus tres hijos, pero se los devuelve en otra dimensión. La ausencia es la protagonista, al eludir los hechos crueles le da una “dimensión” más dramática.
Ficción presenta personajes, que no se centran. Comienza con dos chicos superinteligentes, que hacen de su vida un ir y venir con parejas distintas.
El filo de Wendlock habla de dos amigas que comparten piso. Nina es muy especial, tiene relaciones especiales con los hombres. Este ceunto no lo podría escribir un hombre. La esacena en la que le piden que se desnude es abslutamente original, genial, absolutamente refrescante, y visto por una mujer. Y mantiene el tipo hasta el final de la velada, extremo que un autor hombre hubiera teñido de dramatismo, de miradas lujuriosas o de explicaciones para la escena. Pero no, la autora deja el moralismo fuera, así como la misteriosa actitud del viejo. Fantástico.
Pozos profundos es un relato simbólico sobre la vida y la moralidad. De nuevo un muchacho con carrera prometedora se marcha de casa y tiene experiencias vitales que le llevan a pensar que lo único importante en esta vida es el presente. Mendiga por las calles, elude cualquier vínculo familiar y social con el mundo real, que es el que considera él que no es el suyo. Un cuento interesante. Kent, el personaje principal es un poco irritante, soberbio, por lo que llega a caer mal. De alguna manera se ha vaciado de sociedad, si puede decirse así.
Madera es también un relato genial por su ternura. Demasiada felidad plantea otra vez un feminismo histórico. En Radicales libres volvemos a Sherezade... para salvar la vida.

En fin, un nuevo frente de lecturas se abre con Alice Munro, porque merece la pena descubrir nuevos mundos de esta extraordinaria cuentista. 

domingo, 18 de septiembre de 2011

WARLOCK DE OACLEY HALL

Warlock es una novela excelente. Desde el inicio plantea un argumento y una visión de la conquista del oeste digna de análisis. Un pueblo que acaba de nacer a la sombra de unas minas de plata tiene un problema que impide la convivencia pacífica: no tienen autonomía suficiente para tener sherif o alcalde. Es, por lo tanto, un pueblo sin ley, atormentado por unos granjeros-cuatreros-bandoleros, cuyo cabecilla, Abe McQuown, tiene amedrentado a todo el condado.
La novela presenta unos temas elementales en el género: la rapidez en desenfundar las pistolas convierte al más rápido en superviviente, el ayudante del comisario es un personaje singular, como el mismo comisario, pistoleros rápidos que tendrán que enfrentarse entre sí. Y un toque de amor y rencillas. Dos mujeres, Kate y Jessie en medio de un polvoriento pueblo fronterizo protagonizan cruces amorosos que explican buena parte de la contienda.
Pero no se queda en el tema de los pistoleros, sino que hay un trasfondo moral, dónde está el límite de la legalidad, la valentía y cobardía enfrentadas a la legalidad, el alcohol como motor de altercados, la explotación de los mineros y sus huelgas legítimas o no tanto, según quién lo mire. Y los temas secundarios propios de una sociedad en construcción, donde los deseos de la comunidad chocan con las aspiraciones de los poderosos y de la masa, la prostitución, el ajuste de cuentas, la justicia injusta, la solidaridad como solución final, etc.
Es una novela en clave realista sobre los cimientos de la sociedad americana. Los personajes viven en un pueblo abandonado de la mano de dios y tratan de civilizarlo, para lo cual necesitan unas reglas y alguien que haga cumplirlas. Para llegar a esa legalidad no dudan en tomar decisiones que no siempre son las mejores para todos. Y ahí entra el comisario pistolero, que es el más rápido con sus colt frontiers de oro, Clay Blaisedell, contratado por el Comité de Ciudadanos, selecto club de mandamases del pueblo que ostentan el poder económico. El ayudante del comisario, Gannon, está destinado a morir o largarse, dejando el nombre impreso en las paredes de la cárcel, sitio donde sucede buena parte de la novela.
La amistad y el odio pueden ser infinitos o modificarse, todo es posible en Warlock. Pero todo es apariencia, porque debajo de este argumento hay una reflexión moral de gran calado. En el centro de la novela está la figura del héroe, la lucha entre el bien y el mal con sus múltiples caras y aristas, la lucha entre el individuo y la comunidad, en fin, todo el entramado complejo que precede a una sociedad organizada y que busca un orden al precio que sea, aunque eso se lleve por delante la vida de hombres justos y otros no tan justos. De alguna manera es una novela épica, con las aportaciones propias del género del oeste, a través de la cual el autor plantea cómo se hizo una nación.
Tan compleja es la novela, con tantos niveles de lectura, que sus personajes tienen también recovecos suficientes para albergar un pasado intrincado y un presenta no menos lioso: desde el cruel Abe a la señorita Jessie, tan dada a la solidaridad, o el héroe Clay, la ligera Kate, el traicionero Morgan y el cabal Bud Gannon, que me parece el protagonista, si es que sobresale alguno en este grupo. A lo largo de la novela vamos desentrañando sus almas, comprendiendo ese mundo interior tan rico y atractivo, donde se enfrentan de una manera cruda los conflictos que antes mencionábamos.
El ritmo trepidante no deja lugar al desaliento o al cansancio. Los capítulos bien dimensionados van dando cuenta de la vida del pueblo desde varios personajes. La narración tiene una prosa excelente y exquisita. No es una novela de género sin ambiciones literarias, más bien al contrario, es una magnífica muestra de cómo hacer una novela del oeste contundente, apasionante, total, si puede decirse así, tierna al mismo tiempo que despiadada, que describe tanto a los personajes individuales como el sentir de la comunidad.
Si la novela tiene la aureola de mejor novela del oeste, lo tiene bien merecido. Por la claridad con que plantea los conflictos de la ciudad y de los ciudadanos, por la facilidad de los personajes tan antagonistas como Kate y Jassie, el juez y el cuatrero Abe, Morgan y Clay, y así hasta un sin fin de cuestiones.
Una novela digna de aparecen entre las mejores, por su complejidad y sencillez al mismo tiempo, por el retrato de sus personajes y por la profundidad de su planteamiento moral.
El país

Beat Generation for a Lost Summer


On the road. Big Sur. Personajes secundarios.


La mítica novela On the road, En el camino, que tanto dio que hablar y que fue un bestseller durante años, es eso eso, un mito.
El argumento es un tanto sencillo: varios tipos viajan sin descanso por Estados Unidos después de la 2ª Guerra Mundial. La novela presenta un estado emocional de una parte de la juventud, sin rumbo, sin ideales claros, sin meta. No me parece una novela fundamental, ni tiene un especial interés el viaje en sí: viajamos locos, no teníamos dinero, un amigo me dejó una habitación, buscábamos a unas chicas, corríamos al máximo, y así una y otra vez.

El estilo es bastante seco, apenas unas líneas de lirismo de vez en cuando. No hay un interés de estilo más allá de buscar una comunicación directa, de llegar a un público estándar. La novela se escribió en 22 días, no hay una labor de pulido ni en el argumento ni en el estilo. Ignoro cómo puede averiguarse si la novela influyó en los escritores que no pertenecieron a la llamada “Generación beat”, mi opinión es que no es un libro que abra ninguna puerta desde el punto de vista literario. Explica muy bien un estado de ánimo, un momento histórico en las carreteras de americanas, pero ni es un reflejo de la vida americana del momento, ni representa las inquietudes juveniles, sino que forma parte de un mosaico complejo. Escritores como Faulkner, Hemingway, Salinger, por citar algunos, ejercieron un liderazgo mayor, abrieron puertas a nuevas formas de novela. Es verdad que la conjunción de las referencias musicales, la frescura del vocabulario y la mirada radical de los protagonistas pudieron dar lugar a una nueva forma de novelar. De ahí a afirmar que es uno de los libros más influyentes de la mitad del siglo, me parece una absoluta estupidez. ¿Fue precursor Kerouac del movimiento hippy? ¿Alumbró parte de su ideología? Tuvo su importancia, desde luego. Fueron personajes que removieron los ambientes literarios de su tiempo, que entre todos, me refiero al grupo denominado “Beat Generation”, sí componen un panorama de interés. Y tiene el mérito de hablar de drogas y sexo saliéndose de los cauces habituales de tabúes y eufemismos.
Los cuatro viajes que realizan transcurren entre Nueva York y San Francisco, con Denver como punto neurálgico de todo lo que ocurre. El último viaje a México es el más interesante y probablemente son las mejores páginas del libro. El autor se aleja de su mundo y descubre otras gentes y otras formas de vida, eso le da pie a una narración más reflexiva, incluso más poética.
Los otros dos libros, Big Sur y Personajes secundarios, redundan en la misma idea, por eso me resultan epílogos redundantes. Big Sur la escibió Keruac después de On the road. Me acerqué a la novela esperando encontrar algo que pusiera de manifiesto esa zona tan maravillosa que es el Big Sur, visita obligada en la California de Silicon Valley y Frisco. Pero aparte de alguna descripción, el personaje sigue con el rollo de ir sin parar, del viaje eterno, buscando chicas, alcohol y diversión con sus amigos, con alguna conversación interesante sobre la cultura o la contracultura. Pero me aburrí con la lectura.
Igual me pasó con el libro de Joyce Jhonson, novia de Keruac durante una época, y retratista de esta época en un libro que, aunque está muy planteado y bien escrito, vuelve a reiterar el pensamiento de Keruac y su eterno movimiento. Y es que no pude más, dejé agosto para Keruac y me lo leí en un par de semanas, sin la menor intención de tomarlo de nuevo.

sábado, 16 de julio de 2011

Todos los hermosos caballos Cormac McCarthy


Una novela del oeste. Una auténtica novela de vaqueros, con desierto y polvo, caballos y persecuciones, afectos profundos y mucho campo.
La novela transcurre casi al completo en México, comienza en San Angelo, Texas y termina con el protagonista marchando al lejano oeste. Es John Grady Cole. Un tipo duro. Tiene 16 años, probablemente al finalizar el libro unos 17, y se marcha de casa con su inseparable Lacey Rawlins en busca de trabajo. Novela de aprendizaje, de camino (interior y geográfico), presenta unos personajes en busca de sí mismos, haciendo balance de la brutalidad de una tierra que nunca tuvo un dueño muy seguro, la frontera. Corría 1949 y los dos amigos recogen en el camino a un tercer compañero que les traerá de cabeza durante toda la novela. Entran a trabajar en un rancho como adiestradores de caballos. Allí conoce Grady a la hija del patrón, con quien tiene un romance peligroso y que desencadena buena parte de la novela, al impedir el padre que los acontecimientos se desarrollen con normalidad, más bien provoca un cambio de escenario que conlleva violencia, incertidumbre y un poco de suerte.
La narración tiene características propias del autor. La acción transcurre con cierta lentitud, parándose en muchos aspectos que le dan un aire lírico que nunca cae en excesos. Los diálogos tienen esa sequedad del ambiente, los personajes raramente hablan de más, algunas veces de menos, lacónicos. La construcción de la trama y de los personajes es magistral. Se ha dicho que la diferencia con Faulkner es su esperanza in extremis, frente a la desolación faulkneriana, su planteamiento sureño de iniciación constante. La introducción de un romance en esta novela, en medio de la desolación del desierto y de la violencia, es un logro del autor, que humaniza una novela muy dura.
John Grady es un muchacho sensible, un mago de los caballos, tiene un fuerza moral fuera de dudas, es fiel a sus amigos y a su palabra. Un personaje con profundidad bíblica.
Rawlins es más intrépido y gritón, pero, asimismo, un gran personaje. Su posición en el mundo es la de segundón, no tiene madera de héroe.
Blevins es un crío. Buen tirador y valiente, está atemorizado por una muerte por un rayo, como a otros de su familia. Es un personaje interesante, protagonista de buena parte de la novela aunque esté ausente. Su caballo es el mejor y lo pierde durante una tormenta. Los tres intentan rescatarlo de un establo de un mexicano que se lo encontró. Esa estupidez acarreará problemas judiciales para los tres y la muerte del muchacho.
LOs demás personajes son secundarios. Alejandra tiene un papel más de fondo que de forma, pues no aparece mucho, pero mueve al protagonista. Su tía abuela tiene un momento excepcional, narrando en su propia voz la historia de su vida, para que John comprenda sin que le digan claramente lo que tiene que hacer. El capitán, algunos mexicanos y poco más.
Me parece una novel épica, grandiosa, por el carácter del personaje, valiente, solitario y tozudo. Hace un retrato de un tierra deshabitada que completa con otras novelas del mismo autor, del que no puede el lector desentenderse. La Obra de McCarthy, en su conjunto, ha de analizarse con interferencias, con la mirada puesta en la tierra y en los temas, en los personajes más que en los argumentos, que son una excusa para presentar un mundo violento. Desde luego es una aventura similar a la de la lectura de las novelas de Faulkner, cuyo análisis se hace mejor desde una perspectiva amplia que focalizando en una novela, por muy interesante que ésta sea. Son novelistas de profundidad, más interesantes a medida que vas conociendo su mundo literario, que no siempre es el mismos, sino que evoluciona a lo largo de su vida. Cualquiera puede leer su última novela The road, de tintes apocalípticos y de una sobriedad narrativa muy parecida a la que nos ocupa en este comentario.
Acerca del análisis sociopolítico de la posición de las novelas de McCarthy ante el tema de la identidad nacional, el concepto de frontera y sus consecuencias vitales para los ciudadanos de uno y otro lado de la frontera, alguien tendrá que hacerlo, yo no tengo cocimientos suficientes. ¿Por qué huyen a México? ¿Cómo compara ambos lados de la frontera? Preguntas que sólo abren un camino a la investigación que sugiere muchas ideas.
Si es o no el mejor escritor norteamericano vivo lo dirán los expertos, desde luego es uno de los mejores novelistas de las ultimas décadas.

miércoles, 22 de junio de 2011

SOLAR Ian McEwan


Un físico galardonado con el premio nobel es el protagonista de la novela Solar de McEwan. Su trabajo científico versa sobre la investigación para aprovechar la luz solar como fuente de energía limpia y mucho más potente que la fósil. Será, como él dice, el negocio más lucrativo de las próximas décadas. Mientras tanto, en su vida personal opta por cambio continuo de pareja, porque no puede resistirse a los encantos de las mujeres que se cruzan en su vida o como una opción de vida no comprometida, en ningún momento leemos la causa de esa renovación constante del matrimonio y noviazgo. NO parece querer nada serio con ninguna, aunque se casa con cinco, e incluso, la última, a sus 62 años, le impone un matrimonio que no llega a celebrarse.
La novela es una defensa de la conservación del medio ambiente, una llamada para la supervivencia del planeta. Beard, el protagonista, físico, mujeriego y bebedor, lleva hasta extremos su ambición de dinero y notoriedad. Según el Diario de Mallorca se escribió, al menos en parte, en la isla de Mallorca. Parece que el sol mediterráneo le inspiró o le sirvió de marco para el relato. Lo cierto es que el protagonista es Michael Beard, un físico que recibió hace años el Premio Nobel por un descubrimiento que en los medios científicos se conoce como la combinación Beard-Einstein, pero que luego dirigió sus investigaciones para su beneficio económico. El principio de la novela sitúa a Beard en su quinto matrimonio, pero en un momento en que su mujer ha descubierto sus adulterios y le contesta con una aventura con un un albañil y otra con uno de los colaboradores del físico. El enredo amoroso casi deriva en una novela policiaca, pero no cae en la tentación. El excelente uso de la ironía convierte la novela en algo más complejo que una novela negra o en una novela de investigación científica. Los tintes de humor se dejan ver en episodios tan rocambolescos como la congelación de su pene en el Ártico y la muerte de Aldus.

En mi opinión, la novela crece según van pasando las páginas. Si bien el ritmo es correcto. "El McEwan de Solar es ingenioso, lúcido, irónico, divertido sin perder un ápice de profundidad, moralista sin caer en moralinas, y con una capacidad envidiable para conducir siempre al lector al terreno que le resulte más favorable. No es pequeño mérito, además, construir una novela de algo más de 350 páginas sobre un personaje tan mezquino y con frecuencia tan detestable como su protagonista, el físico teórico Michael Beard, a quien el narrador describe en la primera página como “uno de esos hombres vagamente anodinos, a menudo calvos, bajos, gordos, inteligentes, que inexplicablemente atraían a determinadas mujeres hermosas”, y un par de líneas más adelante como “un hombre de mentalidad estrecha, anhedónico, monotemático, afligido” (p. 13)." Dice el comentario del blog La bitácora del tigre y lo cito porque suscribo cada una de sus palabras.

El personaje es detestable, su elección ante la muerte de su colaborador no permite titubeos. A partir de ahí, si había algún lector que no había percibido a un ser tan rastrero, descubre un personaje absolutamente inmoral. Cabe plantearse si la trama es o no acorde al personaje, pero da la impresión de que McEwan elige esta dicotomía, personaje-trama, bajo parámetros literarios, para presentar un tema relativamente poco literario como es la investigación fotovoltaica. El personaje es muy literario, muy humano por sus imperfecciones, algo canalla y casi se espera un juicio sumatorio al final, que no aparece porque el escritor deja eso para los lectores en un alarde de osadía que me parece estupendo. El episodio del oso que le ataca en el Ártico es el primero del que logra sobrevivir por los pelos, y eso será la tónica de su vida, jugando en el límite de lo irónico, lo verosímil y lo moralmente admitido.

Al tema principal, el aprovechamiento de la energía solar, se añaden otros secundarios, como las bajas pasiones de la ciencia, reflejadas en las venganzas y ajuste de cuentas, cierto malestar con el momento político internacional, Blair y Bush no salen bien parados, mejor Obama, el modo de vida americano. Puede criticarse este exceso o dispersión, en algún momento retarda la acción la explicación científica, sin que yo pueda valorar la necesidad de la misma o la documentación que la sustenta, no es un problema para mí, pero ha agradecido algunas aclaraciones.

McEwan escribe una novela interesante, lúcida y desenvuelta. Vuelve a tejer en un paño árido una comedia espléndida, contribuyendo a plantear temas científicos para reflexión general, para todos aquellos que no tenemos una idea bien asentada de las controversias actuales tan manidas en los periódicos. Yo creo que es una novela diferente y eso en estos días se agradece, que te saquen de tu mundo y que te abran nuevos caminos.

Muy recomendable.

La bitácora del tigre

The guardian

El País