Los
demás días
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Antonio
García Soler nos muestra en este estupendo poemario titulado Los
demás días, un conjunto de poemas divididos en tres secciones:
Deuda, Esto, Acaso. No tenemos referencias explícitas a lo que se
refieren estas secciones, pero por los versos de cada una de ellas
podemos averiguar que se trata de un camino bien trazado a la hora de
ordenar el poemario y de un esquema perfectamente diseñado.
Los
demás días son poemas como hojas volanderas y van llenando,
según los leemos, nuestra imaginación de recuerdos, porque eso es
lo que evoca el libro, la sensación de haber compartido los mismos
tiempos aunque en lugares lejanos. El conjunto supera las partes. El
estilo enlaza con la línea de poetas de verso libro, más bien
breve, de un ritmo pausado pero incansable, con imágnes intensas,
que a medida que avanza se echa en falta una banda sonora. Propongo
que lo leamos con canciones de viejos negros con voz cascada y
profunda. Olvidemos que es poesía y leamos como si fuera un álbum
de vinilo y que cada cual elija su estribillo: Tanto
tiempo / antes/ ahora; o el que más me gusta: su
destiempo no prescribe.
Deuda,
la priemra sección, comienza con tres poemas programáticos en los
que el poeta define su visión de la poesía, primero vida, luego
palabra. Con cierta ironía y con referencias más o menos veladas,
va siguiendo las huellas de Jaime Gil de Biedma, Pablo Neruda o Jorge
Guillén, por decir algunos de evidente presencia. El tono
conversacional acerca la palabra al lector, le hace cómplice y, a
veces, le arropa. Son poemas breves, como un instante fugaz, una
imagen tan tierna como la del niño jugueteando mientras su madre y
su abuela lavan la ropa. Escribe Antonio desde el recuerdo, primero
vida, luego, palabra, ya lo dijo en el primer verso. Y a continuación
el juego, de idas y venidas, de versos y palabras que son
sugerencias, asociaciones e imágenes que nos zarandean y nos llevan
al pasado: No
hacía falta/ volver:/ sólo/ este aire/ de ahora/ para mirar el día.
O cuando declara: Los
demás días/ parecen otros,/ hoy mismo. La idea de la
vuelta a los padres y a los padres de los padres en un intento de
aunar historias secretas que seguramente son vidas humildes de
personas sin historia, que nunca hubieran imaginado verse en verso.
Pero tuvieron la suerte del nieto e hijo memorioso, agradecido y
deudor. Es decir, la deuda con los poetas abriendo la sección, pero
la deuda de la vida concluyendo, su padre en el cierre.
La
segunda sección tiene un título más genérico: Esto. La
deuda se hace vida vivida y pasan como fotogramas de cine, los temas
centrales del libro, el tiempo inexorable, la desazón de la
incertidumbre y la vida duiaria. Ya no hay un yo que lo envuelve
todo, hay un nosotros: miles de hombres vestidos desde la mañana
para ser autómatas, para beber un café o para leer un libro. No se
aparta del nosotros ni cualdo vuelve al recuerdo, en la escuela y en
la merienda. Pero el recuerdo no lo impregna todo, al contrario,
ahora hay “ahora”, huele a café humeante y a tabaco de taberna,
a conversación sin fin de domingo por la noche. “Mientras aparco”
es el poema central de este grupo de versos que son vivencias
apuntadas, notas sueltas que cobran sentido cuando se juntan y se
leen como si fueran un blues tras otro.
Acaso,
la tercera sección, adquiere un tono más triste, la nostalgia del
que mira hacia atrás y reconoce los fracasos para reivindicarse en
el presente. Los títulos de los poemas conducen a un abismo del que
te salvan los versos finales de cada poema. Pongamos un ejemplo. El
primer poema es “Me equivoqué” y es un reconocimiento del error,
pero luego asume el error: Me
equivoqué en casi todo... pero también quiere uno esta vida como
sea. O en el que la luz impregana el poema: NO
HAY manera ni suerte,/ que uno sepa,/ de decir algo/ de esta luz en
el puerto:/ la de ayer,/ tan distinta/ de nuevo,/ tan nueva/ en
febrero. Comienza el poema con una negación para
terminar con una plenitud de la luz de febrero. Como decía, los
encabezameintos de esta sección llevan al lector por vericuetos
reflexivos con “happy end”: Tanto
a mi alrededor, tantas cosas... estos errores... A veces acierta.
Es este tercer bloque no sé si decir “un canto Mediterráneo” o
“al Mediterráneo”, sentimos la brisa del mar, la luz maravillosa
de ese mar que para el poeta es un punto de vuelta, como si fuera una
metáfora de la infancia, cualdo vuelve su mirada al mar, es su
infancia la que regresa a su vida, porque el mar siempre es el mismo,
pero el niño se ha hecho mayor, y la única manera de olvidarse de
todo, lo demás es palabra, es sentarse
junto al mar de la infancia.
1 comentario:
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