lunes, 9 de marzo de 2009

El lector Bernhard Schlink


El lector Bernhard Schlink

La relación erótico-lectora entre Michael y Hanna sirve de soporte para un planteamiento interesante. Da pie a una reflexión sobre la culpabilidad en tiempos de guerra y la posición de la generación posterior. El lector (Der Vorleser en alemán "el lector en voz alta") tiene dos partes bien diferenciadas: la primera narra la relación entre un chico de 15 años y una cobradora de billetes del tranvía, de 36 años. La originalidad de leer antes de hacer el amor marcará toda la novela. Hanna desaparece y 7 años después Michael, durante un seminario al terminar sus estudios de Derecho, asiste a un juicio singular: se acusaba a unas guardianas de un campo de concentración de no haber impedido salir a unas presas de una iglesia ardiendo. Hanna está entre las acusadas. En este segundo tramo se plantea el reto intelectual más importante del libro: ¿Son culpables? ¿Se puede hacer justicia con un ordenamiento jurídico nuevo? ¿Qué papel debe jugar la generación siguiente a la guerra? Él puede ayudar a la muchacha pero no lo hace. La muchacha tampoco se defiende.

Otra vez volvemos a cuestionarnos si toda novela es histórica cuando toca algún tema de importancia histórica. Aquí, desde luego, aparece una sociedad en un momento histórico muy concreto y plantea una problema que se debatió en el sena de dicha sociedad.

Tampoco los judíos tienen un papel fácil con los alemanes ni éstos con aquéllos. La imagen de la superviviente del incendio me parece demasiado fría.

Pero la clave de toda la trama está en Hanna, ¿por qué renuncia a la defensa? Sólo se le ocurre decir al juez ¿qué hubiera hecho usted? Probablemente se debía a su trabajo, cumplía órdenes. Está por encima de todo el deber. Hanna asume su papel en la guerra y responde por ello con la cárcel, Michael asume su amor por Hanna cuando habla con la judía en N. York.

Una novela que consigue en pocas páginas una intensidad emocional extraordinaria. Me ha encantado.



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