martes, 24 de noviembre de 2009

Paul Hornschemeier Tres Paradojas


Uno de los mejores cómic de 2007, según el New York MagazineLa novela gráfica “Las tres paradojas” encierra tres acciones paralelas cuyo engarce aparentemente es difícil de comprender. Paul Hornschemeier nos ofrece una obra completa en sí misma. Hay unos bocetos en color azul que está elaborando el protagonista en su mente, o un alter ego; por otra parte, el protagonista y su padre dan un paseo para apagar unas luces y comprar unas patatas fritas; los recuerdos de su infancia, el cómic insertado de “La cicatriz”; el episodio del seven eleven y la representación de las tres paradojas de Zenón, se combinan para dar conformar un todo que puede tener varios niveles de significación. La diferente tipografía e iconografía nos ayuda a distinguir los diferentes asuntos que se plantean.

Por una parte el dibujante ideando y elaborando continuamente su obra, interrumpida por otros episodios. Sin respuesta posible a todos los interrogantes que se plantean. Parece ser que el protagonista tiene algo que ver con el autor.

Por otra parte, hay una fina ironía en todo el relato.

Pero ¿qué son las trea paradojas? Son las que se plantea Zenón sobre el infinito. Zenón trata de demostrar que no vemos correctamente la realidad, de manera que lo infinito está muy lejos y que no existe el movimiento. 00 años Zenón de Elea planteó tres paradojas. En ellas, el filósofo griego intentaba reflexionar sobre lo infinito y lo discreto, buscando demostrar que nuestra percepción de la realidad es incorrecta. El movimiento no existe como tal y lo finito está infinitamente lejos.
Reproduzco exactamente las palabras del blog “La cárcel de papel”, que siempre afina y ayuda a comprendser mejor el cómic:

Hoy, veinticinco siglos después, Paul Hornschemeier traslada en Tres Paradojas (Astiberri) las paradojas de Zenón a la creación artística. Si Aquiles nunca podría alcanzar a la tortuga, el creador vera en cada espacio en blanco en su hoja una longitud infinita todavía más grande que la que ha recorrido. Un espacio en el que el tiempo se detiene y se estira haciéndose infinito. Y, en el fondo, esa misma imposibilidad de llegar al destino contagia la vida personal del creador.

Una compleja y ambiciosa historia que Hornschemeier, como buen discípulo de Clowes y Ware, intenta plantear desde una intrincada estructura argumental en la que estilos e historias se van alternando para dar lugar a una estructura de capas que se van solapando para construir la historia. El relato vehicular será un largo paseo del autor junto a su padre, en una conversación que traerá recuerdos de infancia que serán representados con un estilo gráfico de tebeo infantil, próximo a Hank Ketcham, mientras que otros recuerdos ajenos entroncarán directamente con el estilo de Clowes o incluso Charles Burns. Memorias que serán alternadas con su propia creación, una especie de versión perversa del Harold and the purple crayon de Crockett Jhonson.
Un difícil tour de force estilístico, que tiene un precedente claro en la magistral Ice Haven de Clowes, que Hornsenchmeier referencia implícitamente en las historias infantiles y, en mi opinión, en la socarrona representación del cómic-book filosófico donde el autor recuerda haber leído las tres paradojas de Zenón.
La intención del autor con este intricado andamiaje formal es evidente, buscando al lector una reflexión profunda sobre los puntos de inflexión de nuestra vida. Sobre los momentos en que las decisiones pueden significar dar un paso tras la tortuga o quedarse a una distancia infinita de ella. Sin embargo, ese brillante planteamiento narrativo y estructural se convierte, a la larga, en una peligrosa trampa para el propio autor, que ve como su mensaje queda excesivamente escondido tras las ramas de su caleidoscópico bosque. A diferencia del referente de Clowes, donde cada subhistoria se presentaba como la faceta de un diamante multicolor, caleidoscópico, en Tres paradojas cada una de las historias parece ser una losa que oculta todavía más la intención inicial del autor. Se convierten en referencias reiterativas que confunden en cierta medida la reflexión del lector, perdido en el laberinto que el autor ha planteado y que lo obliga a centrarse en la anécdota central, olvidando la intención inicial y dejando toda la reflexión final sobre esa historia. Y ahí se alza el principal fallo de Hornsenchmeier: no permite la visualización global de la obra, no deja flecos que permitan hilar una estructura conjunta de todas las historias, que dejen libertad al lector para construir su propia argumentación. Y el lector, desmotivado, abandona el barco sin saber muy bien cuál ha sido su trayecto en esta historia.
Pese a lo fallido del conjunto final, siempre se agradece poder comprobar que existen autores que entienden la historieta como un medio complejo, donde la narrativa puede ser algo más que una simple concatenación de viñetas, con un planteamiento más profundo y global. Hornschemeier está todavía muy lejos de Clowes o Ware, sus guías, pero es uno de esos autores que siempre pueden sorprendernos con una obra original y distinta. Pese a este bache, sigue siendo un autor de referencia gracias a la excelente
Madre, vuelve a casa o a sus inéditos en España Return of the elephant o Let Us Be Perfectly Clear. Astiberri, como siempre, perfecta en la edición.


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