Continuación de la Trilogía de El Cairo, de Mahfuz, esta novela no desentona nada con su maestro. Es una obra en la que a partir de varias vidas que se van cruzando, traza una panorámica de El Cairo posterior a los acontecimientos de la novela de Mahfuz.
El edificio Yacobián sirve de nexo entre varios personajes, cuyas vidas transcurren paralelas y, en ocasiones, comunicadas. Un tono amargo y pesimista inunda la novela, pues todos los personajes tienen que resolver infinidad de problemas, incluso los que social y económicamente están mejor situados.
Vuelve el autor a un tema fundamental en la novelística de Mahfuz: la política en Egipto. Parece que sigue vigente el debaste interno de una sociedad que no logra despegar económicamente porque sus dirigentes no se lo toman en serio. La miseria, la religiosidad entendida de forma particular por cada uno de los personajes, la política y los negocios en una cohabitación bochornosa, etc. No deja nada el autor sin tocar.
Y como un mosaico más del El Cairo, la novela retrata varios tipos sociales, desde el muchacho ingenuo que se agarra al integrismo como vía de escape a su resentimiento, o la muchacha joven y guapa que después de algunos avatares con su anterior jefe, descubre el amor en un maduro que casi está viviendo sus últimos años, el homosexual que triunfa en el periodismo pero que sufre en su casa por no encontrar el amor verdadero, el empresario que compra una esposa para divertirse durante una temporada, y así se van sucediendo los cuadros de este edificio, coronado con una azotea viva, donde las clases populares son capaces de vivir, gritar, dormir, cantar y pelear casi al mismo tiempo.
Un ritmo trepidante, unos personajes bien marcados y una estructura cinematográfica bien planteada son ingredientes de esta magnífica novela.
Sólo me ha sorprendido el trágico final, ¿moralino?. Quizá no hubiese sido tan dramático, pero el autor quiere dejar claro el mensaje sobre la religisidad: no lleva aninguna parte.
Recomendable para todos los públicos.
El edificio Yacobián sirve de nexo entre varios personajes, cuyas vidas transcurren paralelas y, en ocasiones, comunicadas. Un tono amargo y pesimista inunda la novela, pues todos los personajes tienen que resolver infinidad de problemas, incluso los que social y económicamente están mejor situados.
Vuelve el autor a un tema fundamental en la novelística de Mahfuz: la política en Egipto. Parece que sigue vigente el debaste interno de una sociedad que no logra despegar económicamente porque sus dirigentes no se lo toman en serio. La miseria, la religiosidad entendida de forma particular por cada uno de los personajes, la política y los negocios en una cohabitación bochornosa, etc. No deja nada el autor sin tocar.
Y como un mosaico más del El Cairo, la novela retrata varios tipos sociales, desde el muchacho ingenuo que se agarra al integrismo como vía de escape a su resentimiento, o la muchacha joven y guapa que después de algunos avatares con su anterior jefe, descubre el amor en un maduro que casi está viviendo sus últimos años, el homosexual que triunfa en el periodismo pero que sufre en su casa por no encontrar el amor verdadero, el empresario que compra una esposa para divertirse durante una temporada, y así se van sucediendo los cuadros de este edificio, coronado con una azotea viva, donde las clases populares son capaces de vivir, gritar, dormir, cantar y pelear casi al mismo tiempo.
Un ritmo trepidante, unos personajes bien marcados y una estructura cinematográfica bien planteada son ingredientes de esta magnífica novela.
Sólo me ha sorprendido el trágico final, ¿moralino?. Quizá no hubiese sido tan dramático, pero el autor quiere dejar claro el mensaje sobre la religisidad: no lleva aninguna parte.
Recomendable para todos los públicos.
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