Tierra desacostumbrada podrían llamarse todos los cuentos de este libro. Todos los relatos tienen un denominador común, los indúes bengalíes en Estados Unidos, casi siempre en la costa este. Es un mosaico de personajes y vidas que pueden tener cierta semejanza con todos los inmigrantes el mundo, con una ligera salvedad, los bengalíes americanos trabajan para triunfar, para superarse, asunto éste que no siempre ocurre.
Los relatos están ambientados en los años ochenta y noventa, varios episodios históricos los sitúan en nuestro reciente pasado. El ambiewnte en el que viven no es de miseria, sino de clase media culta, profesores de universidad, ingenieros y médicos, sus problemas no tienen origen en las miserias propias de los inmigrantes. Más bien tienen los mismos porblemas que la clase media americana culta y del este. Muy Woody Allen, vamos. Añadiendo los problemas de identidad de los bengalíes en USA y de sus hijos criados en una cultura en medio de un ambiente americano, que ya no sienten India como su país, pero tampoco son amricanos por completo. Ése es el tema del libro, o uno de ellos.
Es un compendio de relatos de personajes más que de historias. Jhumpa Lahiri nos atrapa con su peculiar forma de contar la historia de cada uno de sus relatos. No esctima ténica ni recursos, magistralmente usados al servicio de una prosa subyugante. Los detalles ayudan a situar al lector en medio de las situaciones que va desarrollando, olemos cuando comen sus clásicos platos y nos asustamos cuando Kaushik abandona a las niñas en su casa, por ejemplo.
Lahiri es una experta en la técnica cinematográfica, de un párrafo a otro se pasa de un punto de vista a otro, a veces ahn pasdo unos días o un trayecto del viaje que un personaje debe hacer para encontrarse con otro. Los tres últimos relatos, protagonizados por Hema y Kaushik son más interesantes todavía por la complejidad temporal, por el punto de vista cambiante en cada relato y por las referencias históricas que maneja, desembocando en el tsunami famoso que hizo tabla rasa en muchos pueblos de La India y los archipiélagos colindantes. El protagonista no hacía otra cosa que huir de USA, de su padre y de sí mismo para buscar una muerte segura, inesperada, en el este del planeta. Había sobrevivido a la guerrilla en Guatemala y El Salvador, incluidos algunos seismos de escasa importancia, a la segunda intifada y a los sucesos de Oriente Próximo. Había sobrevivido a la soledad con la que se había castigado a la muerte de su madre. Pero no pudo más con su perigrinaje a la otra punta del mundo.
Los relatos valen tanto más cuanto que están juntos y todos forman parte de un todo, que nunca abarca la vida. La vida fragmentada de estos personajes es reflejo de la realidad, en la que cada vez es más común que las familias y los individuos crezcan en un lugar donde no tienen arraigo, de manera que empiezan a ser extraños en todos los lugares por los que van pasando. La línea de sucesión, de cultura, de tradiciones y rituales se rompe dejando huellas más o menos profundas. Luego esas huellas actúan de forma diferente en las personas. Estos personajes errantes van por el mundo sin tener claro su origen ni su destino. La vida se fragmenta y los relatos de Lahiri lo muestran con sorprendente claridad. Todo es parte no continua de un algo con el que mantiene un hilo finísimo que sirve de unión frágil, por eso a veces se rompe.
La novela tiene algo que ver con esa línea de la narrativa americana de relatos que tratan de levantar un mundo que se desvanece en la realidad, pero que en la ficción permanece en pie a través de la letra, de la lectura. No está muy lejos de los libros del egipcio Alaa-Aswani, de su novela Chicago, por ejemplo.
Jhumpa Lahiri está vendiendo libros y está logrando una acogida en los sectores más intransigentes de la crítica literaria digna de su estilo y de sus relatos. Habrá que indagar más en sus libros. Una escritora excelente y un libro maravilloso.
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